domingo, julio 20, 2008

 

Cultura



A la Ministra de Igualdad, Bibiana Aído, la han situado en el centro de la polémica durante las últimas semanas. No tengo el gusto de conocerla y estoy seguro de que hay muchas mujeres (y hombres) mejor preparados que ella para ocupar ese ministerio. Pero, ya se sabe, no son las personas más preparadas en un campo las que llegan a ministros/as.

Aunque la mayoría de los políticos no paran de soltar boutades y tonterías por sus bocas, la pobre Aído no puede abrirla sin que se le echen encima las huestes sexistas de todo el arco parlamentario -sociatas incluidos-, de todos los sexos y de todas las orientaciones sexuales.

Su penúltimo “escándalo” le ha venido dado por decir algo que cualquier antropólogo o turista avezado conoce: que las mujeres son las que cargan con el peso de la identidad cultural y que, normalmente, esa identidad cultural las sitúa en una posición de discriminación y subordinación respecto al hombre. El problema parece venir del hecho de que ella ha ejemplificado su afirmación con el velo que deben portar las mujeres musulmanas.

Está claro que las mujeres occidentales también sufren cotas escandalosas de discriminación de género que no deberíamos dejar de denunciar y que, cómo no, también se apoyan en concepciones culturales sobre lo que significa ser hombre o mujer: violencia de género, desigualdad de salarios, mayores cargas laborales en el hogar, control de sus cuerpos (no mostrar el pecho, depilarse, adelgazar…). Eso no obsta, creo yo, para que no se denuncien las situaciones de discriminación que se producen en nombre de la cultura y en otras culturas.

Las referencias a “la cultura” se han convertido en el principal argumento para frenar el avance de los derechos de las mujeres en todo el mundo. Desde un mal entendido “multiculturalismo progre” se corre el riesgo de llegar a un relativismo cultural que presenta cuestiones como el tener que cubrir el cabello con un velo como una opción personal. Efectivamente, es la misma “opción personal” que obliga a las mujeres occidentales a cubrirse el pecho y a las afganas a llevar burka. Está claro que a las mujeres de todo el mundo -y a los hombres- nos queda mucho para liberar nuestros cuerpos, pero también está claro que unos están más libres que otros: si Afganistán tuviera mar no sé si habría muchas posibilidades para aquellas personas que optaran libremente por hacer nudismo.

Y, ojito, que esos mismos argumentos culturalistas son los que se están utilizando en los foros internacionales y nacionales contra el reconocimiento de los derechos sexuales de lesbianas, gays, bisexuales y trans. Aunque detrás de esos argumentos culturales sólo hay un intento de disfrazar un sustrato religioso: las mujeres en Indonesia llevaban el pecho al aire a principios del XX y ahora forma parte de “su cultura” taparse el cabello. ¿Quién dice cual es “su cultura”? ¿Por qué motivos no se podría cambiar esa cultura si genera situaciones de discriminación?

Lo mismo ocurre con la homosexualidad, aceptada por numerosos pueblos previamente a la colonización occidental (en Japón, Latinoamérica, e incluso en el mundo árabe), que hoy se presenta por parte de los países fundamentalistas religiosos -musulmanes y cristianos sobre todo- como una especie de invasión de las malas costumbres occidentales.

Hay que recordar que la mayoría de los 86 países que persiguen de un modo u otro la homosexualidad en el mundo son musulmanes. ¿Significa eso que el Corán es más homófobo que la Biblia? No. Significa que, como dice Daniel Borrillo, en buena parte de los países de tradición cristiana, gracias a la ilustración y los derechos humanos, los movimientos laicos han permitido contrarrestar el poder religioso en la vida política. Algo que ahora mismo no ocurre en muchos lugares del mundo y que desgraciadamente se encuentra en peligro en nuestro propio país. Las resistencias al matrimonio homosexual por parte de la iglesia católica no son más que un ejemplo de ello.

En definitiva, que los derechos humanos de cualquier persona -lo que incluye a las mujeres y a LGBT- están o deberían estar por encima de los vaivenes de la religión, la tradición, la costumbre y la cultura. Y me doy el lujazo de cerrar suscribiendo esta cita de la ministra Aído: “las prácticas culturales que vulneran los derechos humanos y promueven la desigualdad de las mujeres [y de LGBT, añadiría yo] deben ser sometidas a crítica y se deben arbitrar los instrumentos necesarios para eliminarlas”.

Comments:
Bueno.. esta vez no tengo nada que aportar. Sólo mi más sincera felicitación por el artículo ^^
 
Querida Doctora,

Leo con interés su último post que me deja absorta en mis pensamientos. Y me gustaría compartirlos con Usted. Espero que sepa disculpar mi verborrea estival. Le pido de antemano disculpas por ello. Entienda que desde mi retiro monacal de desintoxicación social son pocas las oportunidades que se me ofrecen para el intercambio de ideas.

Dice Usted no conocer a la Ministra de Igualdad pero deja ver claramente que no le inspira ninguna simpatía: “estoy seguro de que hay muchas mujeres (y hombres) mejor preparados que ella para ocupar ese ministerio”. ¿A qué viene este comentario? Se corrige usted misma inmediatamente: “Pero, ya se sabe, no son las personas más preparadas en un campo las que llegan a ministros/as”. Y luego añade en defensa de la Ministra: “La pobre Aído no puede abrir [la boca] sin que se le echen encima las huestes sexistas de todo el arco parlamentario” y “Me doy el lujazo de cerrar suscribiendo esta cita de la ministra Aído”. Disculpe que critique su forma de presentar el asunto, que imagino meditada y libremente elegida, pero, en verdad, la creo desafortunada y un tanto superficial. Si su crítica tiene que ver con los criterios de elección de altos cargos, en su mayoría alejados de la idoneidad y la coherencia deseables, por qué no lo dice abiertamente. Se me ocurren ejemplos más acertados: las ex de Educación (Pilar de Castillo, Mercedes Cabrera o cualquier otro/a), el actual ministro de Cultura (César Antonio Molina Sánchez) o ese emblema de modernidad que encarna el mismísimo Aznar. Se suma usted (aunque se desdiga después) –consciente o inconscientemente- a esta especie de linchamiento público que sufre la ministra, no por su currículo sino por ser la cabeza dirigente de un nuevo ministerio que no le gusta ni a la derecha ni a gran parte de la autodenominada “izquierda” española. Me hubiese encantado leer su opinión a este respecto: ¿por qué no gusta el Ministerio de Igualdad? Ah, pero que ese no era el tema del post, que era sólo una entradilla. Está bien, paso pues al resto.

Le agradezco profundamente su claridad de ideas sobre la cuestión del “relativismo cultural” y el “multiculturalismo progre”. Siempre aprendo muchas cosas con Usted. Y en esta ocasión su reflexión me sirve para ahondar en otra que me preocupa desde hace algún tiempo: la noción de ciudadanía y el control del Estado sobre el cuerpo de los ciudadanos y los que pretenden acceder a esta condición.

El pasado viernes 27 de junio, el Conseil d’État francés tomó la decisión de negar la ciudadanía francesa a una mujer marroquí que, aun casada con un francés, parece no haber asimilado los principios de la République ya que persiste en llevar el burka. Dicho de otra manera, para el Conseil d’État, el uso del burka constituye un motivo suficiente para negar la adquisición de la nacionalidad francesa. La decisión ha sido aplaudida por el Gobierno e incluso una Secretaria de Estado, Fadela Amara, ha hecho declaraciones al respecto juzgándola de “excelente” y “legítima” ya que se opone a una práctica “oscurantista”. Lo que no ha dicho Amara es que la libertad personal de la demandante, Faiza A., se halla en estos momentos limitada no sólo por los principios religiosos que la llevan a ocultar su cuerpo tras el burka sino también por los principios laicistas del Estado Francés que la obligan a “desnudarse” si quiere tener una “pièce d’identité” sobre la que pueda leerse “ciudadana francesa”. En realidad, no sé por qué me sorprende. Cada Estado tiene sus normas y Francia impone las suyas como pueden hacerlo Afganistán o Irán: si yo quisiera convertirme en ciudadana afgana, seguramente tendría que ocultar mis sugerentes curvas bajo un burka, o, si quisiera abrazar los principios de ese icono sexual que es para mí el muy despreciable Mahmoud Ahmadinejad, pues me vería sometida a una operación de reasignación de sexo; eso sí gratuita. Francamente, prefiero para mí las restricciones del Estado Francés. Aunque no por ello dejo de criticarlas.

Lo que tampoco ha dicho Fadela Amara es qué va a suceder a partir de ahora con las ciudadanas francesas que llevan a diario el burka: ¿Se les advertirá de que en caso de persistir en su conducta les será retirado el pasaporte? ¿Incluso si son caucásicas? ¿Esta medida no oculta en realidad una selección de los cuerpos que el Estado desea? Busco las respuestas retomando la comparación ofrecida por la Doctora Queer: ¿le sería negada la nacionalidad francesa a una mujer que se empeñara en mostrar sus senos en el espacio público? Seguramente sí. ¿Le sería retirado el pasaporte a una ciudadana francesa que persistiera en salir a la calle luciendo sus senos desnudos? Seguramente no. Eso sí, tendría problemas legales y mucho me temo que habría cárcel de por medio.

No sé si estoy cayendo en ese mismo “multiculturalismo progre” que tan bien deconstruye Usted en su post. Me pierdo en mis propios pensamientos. Pero algo sé y algo tengo claro: si la mujer es víctima de la sociedad que genera el burka, la sociedad europea sigue empeñada en ir contra el débil sin afrontar el problema de fondo. ¿Qué Consejo de Estado se atrevería a negar la nacionalidad francesa a una mujer marroquí casada con un ciudadano francés que la maltrata a diario? ¿De qué estamos hablando? ¿De la liberación de la mujer o de proteger el actual modelo de Estado?

Con amor,

La revenante
 
Querida Doctora:

Desde hace un tiempo leo con interés y he de reconocer con sorpresa muchas de sus entradas.Casualmente, como ser apático en cuanto a diatribas telematicas y demás, hasta hoy no me he decidido a compartir mis dudas. He de reconocer que el tema tratado me causa cierto estupor.Sí estupor. El que unos Derechos Humanos estén siendo utilizados, coscientemente o no y de forma comunmente velada, para designar que sociedades son modernas, civilizadas, o venga vale, respetuosos con los derechos humanos, me crea mis dudas ¿quién define lo que es humano, quién define lo que es derecho y sobre todo quién ha definido cuales son esos derechos, son solo de los paises occidentales mas "modernos" o son de todo el mundo, se le ha preguntado al mundo, o nuestra mente moderna o post sabe lo que es bueno para todas?. y quizás estas dudas son de progre pero por favor ilustrenme.

Burca= sumisión= ablación del clitoris ¿ Por qué no dejamos de poner estos ejemplos, por qué para hablar de lo malo, lo deplorable, lo abyecto, seguimos hablando de los salvajes,los otros, que este siglo han vuelto a ser los musulmanes?



Esta semana casualmente, me encuentro en mi curro con que en un colegio deciden prohibir el velo a una niña. Cuando me intereso por el tema me cuentan que el padre, ya modernizado, tambien se lo prohibe, preocupado por su integración. Pero cuanta gente va a seguir controlando a esa niña,,,,, alguien le ha preguntado no. Se que esta ilustración repite dudas de la anterior respuesta, pero por favor necesito que alguien me conteste o no.
Consciente soy de la sencillez de mis preguntas, incluso de la simpleza de mis dudas, pero bueno las virgenes somo así,,,,
Gracias por su atención
 
Muy buen artículo Doctora Queer. Yo creo que toda manera de discriminación y de desigualdad debe ser denunciada, no importa en la cultura en que esta se realice. Allí donde un grupo social tiene más privilegios legales que otros, donde las leyes recaen en contra de ciertos individuos, sea por cuestión de género, raza u orientación sexual, allí se debe levantar la voz.
 
Si me permites, una recomendación:
"La dominación masculina" de Pierre Bourdieu.
De prosa algo críptica y contenido inolvidable.
De acuerdo contigo y con Aído: hay demasiadas cosas que damos como "normales" en esta cultura masculinocentrista. Bordieu habla no sólo de los cánones y exigencias femeninos sino también hacia el supuesto modelo masculino. Si lo lees, te sorprenderá. En este mundo sibilinamente justo y en los que aún son peores, tb el LGBT se lleva la peor parte.
Por cierto, me gusta tu blog :)
 
Me gusta mucho tu blog, tu opinión simpre es inteligente y coherente. Saludos y sigue así.
 
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