domingo, septiembre 24, 2006

 

Pollones



Muchos sueñan y anhelan tener una polla grande. Yo no. Hay quién cree que en el ambiente gay esto de los pollones están muy cotizados, pero no es oro todo lo que reluce. Si tienes algún amigo pollón a lo mejor te ha contado aquello de que está harto de sentirse como una polla con patas y de que todo el mundo se quiera acostar no con él, sino con su polla. Imagino que es algo parecido a lo que le debe ocurrir a las chicas con tetas grandísimas.

De hecho, cuando en las entrevistas para mi tesis preguntaba “¿Qué cambiarías de tu vida sexual?” un par de personas me contestaron que les gustaría tener la polla más pequeña. Y, claro, yo me pongo a mirar para atrás y resulta que a la única persona que rechacé en mi vida para tener relaciones sexuales por cuestiones de tamaño pollil fue porque la tenía descomunal. Y sin embargo nunca dije a nadie que no por tenerla chiquitita.

También se da la experiencia contraria, gente que te pregunta directamente por el tamaño de tu polla. Respuesta: nunca me la he medido (cosa que es cierta). Al final, si tienen tanta preocupación por las dimensiones de tu miembro y no obtienen la información deseada, suelen ser ellos mismos los que pasan a otra cosa y te ahorran el trabajo de tener que desestimarlos.

Con esto del tamaño de las pollas suele haber dos tipos de percepciones erróneas sobre longitudes y grosores de penes. Por un lado están los acomplejados, que piensan que su pipilín es mucho más pequeño que el del resto de los mortales y les cuesta enseñarlo o darle vidilla. En esto juegan un importante papel las pelis porno. Por si nadie te lo ha dicho: los actores de estas películas son profesionales del tema y el tamaño de pollas que aparecen en sus fotogramas es mucho mayor que el de la mayoría de la población masculina.

Luego está la legión de maricas que piensan o venden la idea de que ellos tienen una polla enorme y se describen en centímetros de 18 para arriba. Basta con darse una vuelta por los perfiles del gaydar o del bakala para comprobar que la mayoría de la gente dice que tiene una polla más grande que la media. A ver, si el 80% de la gente escribe que tiene la polla más grande que el tamaño medio, es porque el 80% de la gente tiene un tamaño de polla estándar, ¿no? Lo que tienen desproporcionada es su autopercepción.

No voy a volver a escribir aquí eso de que “el tamaño no importa”, porque sí importa, igual que la forma, pero no necesariamente rige lo de que cuanto más grande mejor. Las pollas grandes tienen sus ventajas (más maleables y rellenadoras) y las pequeñas las suyas (más duras y persistentes), pero yo, si puedo, me quedo con el tamaño estándar que es el que más abunda. Mi consejo de esta semana es que si quieres tener buen sexo, suele dar mejor resultado elegir en función de lo que hay detrás de la polla.


viernes, septiembre 15, 2006

 

Lesbofobia



La doctora queer acude un par de días antes a su cita semanal ya que pasará el fin de semana en la playa...

Lo leí en la prensa y no tenía intención de reflejarlo a
quí porque los hechos hablaban por sí mismos de un caso claro de lesbofobia: un grupo de chicas que se tocaban y besaban en la playa fue acosado por un exhibicionista que empezó a masturbarse a su lado y posteriormente fueron golpeadas por dos tipos. Todos, agresores y agredidas, acabaron en comisaría y a las últimas se les interpuso una multa, fueron detenidas, se les retiró el pasaporte unos días y se les declaró personas no gratas en el país.

Si esto hubiera ocurrido en España y los agredidos hubieran sido dos hombres hubieran saltado las alarmas (como ocurrió con la
agresión homófoba de la piscina de La Elipa), pero la cosa ocurrió en Split, Croacia, y las protagonistas fueron un grupo de mujeres que, para más inri, resultaron llevar tatuajes, cremalleras y botones en sus ropas, piercings y rastas. Ya hablaremos más adelante de aspectismo, pero me parece increíble que por el hecho de ser punkis se les prejuzgue a estas chicas del modo en que lo han hecho algunos medios de comunicación en España.

La mayoría de los que han reflejado el asunto -generalmente periódicos conservadores como ABC e incluso alguna televisión como Telecinco- lo han hecho en base a la información que les llegaba por agencia y que tenía un tufo bastante homófobo (lesbófobo en este caso) que les llevaba a hablar de "escándalo sexual". Otros, como El País, que dedicó páginas y páginas a la agresión de La Elipa, ni siquiera se dignó a mencionarlo. De nuevo estamos a vueltas con la invisibilización de las mujeres lesbianas. A mí y a mis amigas nos llamó mucho la atención que nadie del gobierno, de la embajada (que estaba informada), de los colectivos de lesbianas y gays, ni de ningún medio de comunicación saliera en defensa de estas chicas o, al menos, se dignara a escuchar su opinión.

Nadie excepto la gente del diario gratuito 20 minutos, se puso en contacto con ellas para transmitirnos su versión de los hechos. Una versión, por cierto, mucho más creíble que la que aparecía en el resto de medios, que se regodeaban en los titulares aparecidos en la prensa local croata y que yo no reproduzco aquí por vergüenza ajena. En este diario gratuito
nos contaron que fueron ellas las que llamaron a la policía cuando comenzaron a agredirlas, que han sido declaradas inocentes de escándalo sexual por el juez, que sólo una de ellas se declara lesbiana y que la mayoría han tenido problemas en su casa con sus familias por la desinformación que transmitieron los medios.

Y esto nos hace pensar en cuán seria es la prensa en este país. Desde luego, es significativo que sea más riguroso un diario gratuito que el resto de los diarios de pago. Aunque el mero hecho de ser gratuito no te hace más riguroso por sí mismo (léase el diario Qué!) . Claro que si miramos a la televisión podemos sufrir la tendenciosidad de los nuevos informativos de "la Sexta", que alcanza límites insospechados, y comprobar que el compromiso de Zapatero de llevar a los informativos de TVE la calidad e independencia de la BBC está aún muy lejos de cumplirse. Para ver cómo se hacen las cosas en otros países os invito a echar un vistazo a esta
entrevista que le hicieron a Aznar en la BBC o esta otra a un diputado británico que se opuso a la guerra de Irak en la cadena Sky News. Eso sí que es periodismo: hacer las preguntas que se deben hacer, aguantar el tipo y conseguir la información. (Gracias a Jordi y a María por pasarme los vídeos)

Para volver donde empezamos, os copio este extracto de un mail que me manda mi amiga Merce: "He estado este verano en Croacia con mi novia y sí que es verdad que te miran raro sólo por el hecho de ir de la mano, aunque también te miran raro por el hecho de ir en top-less. Tuvimos que enfrentarnos a un tío en un barco porque nos llamaba lesbianas (cómo si no supiéramos que lo somos, estuve a punto de agradecerle que me aclarara mi orientación sexual) y aludía a que los niños nos veían. [...] Por lo visto, hemos tenido suerte de que no nos pegaran o de acabar en un calabozo croata... Aún así, seguiré saliendo con mi novia por donde me apeteza, seguiré cogiéndola de la mano o de la cintura cuando quiera y seguiré besándola en público cuando el cuerpo y el corazón me lo pidan, aun a riesgo de acabar en prisión. La visibilización es el único camino (junto con la educación desde la primera infancia) de lograr que llegue un día en el que estos hechos formen parte del pasado. El problema lo tienen ellos..."


En fin, ¡qué mejor forma de acabar esta entrada!


domingo, septiembre 10, 2006

 

Vestuarios

A pesar de que este pretende ser un espacio de reflexiones#bollos#maricas, muchas veces no puedo evitar hablar desde mi experiencia: he sido educado, he crecido y me he desenvuelto por espacios masculinos. Escribo este texto sin tener la más remota idea de cómo viven las chicas eso del vestuario. Es más, ni siquiera creo que la mayoría de maricas vivan la experiencia del vestuario masculino tal y como yo la describo aquí. Ojo, que escribo sobre los vestuarios en espacios de masculinidad tradicional, aquellos en los que se presupone que todos los hombres allí presentes son hetero, así que no cuentan los vestuarios del Holiday Gym ni otros similares de colonización gay y cancaneo.

Con lo del vestuario masculino y la homosexualidad hay varias leyendas y mitos circulando por ahí. Hay algunas historias rancias y homófobas, como esa del jabón que se cae en la ducha y según la cual en ese momento un maricón te meterá la polla por el culo, ¡cómo si fuera tan fácil que entre! Aunque, claro, con tanto jabón… Esta historia del jabón siempre me hace pensar en aquello que dicen a veces algunos heteros cuando están en un espacio en el que hay uno o varios maricas: “¡los culos contra la pared!”, “¡hay que ponerse un tapón en el culo!”... Curiosamente, muchas veces ocurre que los que hacen este tipo de comentarios no suelen ser demasiado agraciados físicamente y, después de mirarlos de arriba a abajo, a mi siempre me da por pensar: “¡Pobre! Pero, ¿te has mirado en un espejo? ¡A ti seguro que no te entra ni siquiera una marica desesperada durante las rebajas de última hora en el cuarto oscuro del Strong!”.

Se escuchan historias insólitas sobre esto de los vestuarios, como que
si eres gay se nota porque siempre te ducharás o vestirás/desvestirás mirando al respetable y si eres hetero lo harás mirando a la pared (?). Yo, lo confieso, cuando me tenía que cambiar al salir de la piscina, en el judo o en clase de educación física, siempre me he sentido bastante cohibido en los vestuarios masculinos y más bien me miraba los pies poniéndome de espaldas a todo el mundo. Supongo que el armario que todas llevamos a cuestas y mis complejos corporales –lo mío era tener mucho vello corporal desde pequeño– era lo que me empujaba a aislarme. Por otro lado, eso también me hacía librarme de participar en alguna de las conversaciones estrellas de este contexto: chicas, novias y esposas por un lado y, sobre todo, fútbol y demás deportes por otro. Sinceramente, no tenía mucho que aportar ni en unas ni en otras. A veces, más de las que en un principio cabría esperar, había comentarios sobre los cuerpos y genitales del resto del personal acompañados de gestos y juegos homoeróticos disfrazados de camaradería en los que ni de lejos me atrevería a participar.

Así que esa era mi experiencia del vestuario, dejando escapar alguna mirada furtiva más de curiosidad que de deseo y vistiéndome rápido para escapar lo antes posible de un espacio que sentía hostil. Luego vas creciendo y muchos amigos que entienden te empiezan a contar historias morbosas que les ocurrían en los vestuarios. Historias que a mi me hacían sentir del mismo modo que cuando escucho eso de las masturbaciones colectivas de adolescentes por las que todos los chicos parecen haber pasado menos mi amigo Jesús y yo.

Sin embargo, en los últimos años, hubo un acontecimiento que me hizo darme cuenta de repente de que mi presencia y mi actitud en los vestuarios masculinos había cambiado: sin venir a cuento ¡me invitaron a ir a jugar a un partido de fútbol el fin de semana! Os confieso que fue un shock para mí porque en una especie de “flash back” de esos que dicen que te dan cuanto estás a punto de morir, pasaron por delante de mi imágenes de todas las veces en las que esas invitaciones estaban dirigidas a otros; mi incorporación durante los últimos años a las conversaciones en los vestuarios; el comenzar a observar con naturalidad y sin pudor los cuerpos de los demás; hablar con el resto de gente que había por allí mientras me secaba el paquete… Confirmado: me había reconciliado con mi propio cuerpo y el armario ya no me lo llevaba al vestuario porque prefería utilizar la taquilla. Mi respuesta fue: “No, gracias, no me gusta el fútbol”.

De despedida, este video ultra petardo de una cantante francesa también petarda, Clarika. Se titula “Les garçons dans le vestiarie”, o sea, los chicos en el vestuario:



domingo, septiembre 03, 2006

 

Trofeitos



Ya he hablado por aquí de los chicos GUAPOS… Hay quien se piensa que los GUAPOS sólo se emparejan con otros GUAPOS, al menos así me lo aprendí yo. Recuerdo que siendo un adolescente, una amiga me comentó que debía quitarme de la cabeza la idea de tener algo con cierta persona que me atraía porque pertenecía a "las altas esferas". Según ella, si eres de las altas esferas puedes aspirar a ellas, pero si eres del montón, múevete por las muchas y bien concurridas "esferas del montón". Yo era y soy del montón.

Sin embargo, lo que mi amiga me enseñó no era más que un error adolescente y Jordi me ayudó a descubrirlo: inteligente, viajado, varios máster en su haber, moderno y especialmente aparente y guapete. Muchas veces habíamos hablado de lo abierto que es él para el tema de los cuerpos, ya que le gusta cualquier tipo de continente siempre que el contenido sea interesante, pero al final acabé por darme cuenta de que no había muchos otros GUAPOS de manual, como él, en su expediente. Y, claro, si eres de criterio amplio para el tema del físico lo suyo es que tengas partenaires de todo tipo: altos y bajos; gordos y flacos; feos, del montón y guapos…

Más tarde encontré un par de explicaciones para estos fenómenos supuestamente paranormales:

-o bien hay GUAPOS (y del montón) para los que prima un criterio de belleza diferente y que valoran otros cánones corporales distintos a los hegemónicos: juventud, delgadez sin grasa y definición muscular, espaldas anchas, altura, color de ojos claros, masculinidad... Esos modelos con los que nos machacan desde pequeñas durante nuestra socialización y nos refuerzan a lo largo de nuestra vida, especialmente a través de los medios de comunicación y con mayor saña si son LGBT (veáse las revistas Shangay, Zero, Odisea...). Por ejemplo, frente a la tableta de chocolate, a Marco y Octavio les pirran los tipos que tengan un poco de barriguita,


- o bien lo que pasa es que hay chicos a los que les encanta sentirse un "trofeito". A mi me gusta siempre citar mis fuentes e intento no quedarme con las ideas y conceptos que me regalan otros, y esto de “sentirse un trofeito” me lo contó una vez mi amigo Ricardo: “hace como diez años o así me daba mucho morbo acostarme con gente mayor porque me sentía como si estuviera haciendo un regalo. Con gente mayor, me refiero a lo mejor..., pues yo tenía veinte años y la persona con la que tenía sexo, 40, 45 ó 50. No sé, me hacía sentir súper bien porque la otra persona se lo tomaba como si tuviera un trofeo y yo me sentía, pues un trofeo.”

Las relaciones de pareja son relaciones de poder, en las que cada miembro de la misma coloca e intercambia sus propios “capitales personales”: en forma de recursos económicos, prestigio y estatus social, simpatía, habilidades sociales, contactos, estabilidad emocional y, por supuesto belleza física. En las relaciones sexo-afectivas (esporádicas o estables) también realizamos esos intercambios aunque a veces los escondamos incluso ante nosotros mismos. Y, por supuesto, si un GUAPO se junta con otro GUAPO, en cierto sentido pierde parte del capital de ventaja que se pone en la pareja cuando el otro miembro es “menos guapo” que tú.

Aunque no soy psicóloga (ni doctora, todo hay que decirlo), yo creo que tengo la autoestima demasiado trabajada, porque me encanta estar con chicos más guapos que yo y no me importa hacerles sentirse como un trofeito (que lo son).

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